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En la Huasteca potosina, 140 comunidades nahuas y teenek emprendieron una singular batalla contra el gobierno federal y empresas que buscan gas y petróleo debajo del agua de sus manantiales: amparados en el derecho de los pueblos originarios, los municipios de Xilitla y Tanlajás se declararon “libres de fracking”, un agresivo método de extracción de hidrocarburos que ya ha sido prohibido en países como Francia, Alemania, España, Austria e Irlanda

 

XILITLA, SAN LUIS POTOSÍ.- Sólo desde la altura de un cerro se puede dimensionar la cantidad de vida que tiene este lugar: el color verde de las copas de los árboles se extiende en el horizonte hasta perderse en la bruma; los pájaros revolotean, gritan, cantan, cacarean. El agua de los ríos, perdida en una gama de azules traslúcidos.

La Huasteca potosina es uno de esos sitios donde las ciudades parecen asediadas por la selva: la lluvia convierte las calles en riachuelos, los sapos suelen perderse en la plaza principal de los pueblos, y por las tardes, los mosquitos victimizan las piernas de turistas en bermudas.

En el centro de la Huasteca, el pueblo de Xilitla es una lucha perdida contra la naturaleza. Las casas improvisadas entre calles torcidas pierden el sentido de lo práctico y lo estético. Las macetas de los restaurantes son acechadas por chapulines que tienen el color de las flores. El sol mismo pierde la monotonía del color cualquier tarde, cuando prende el cielo en un incendio de rojos. Vivir aquí es, a veces, irreal. El poeta surrealista Edward James construyó un castillo con culto a la vida; mandó poner escaleras en forma de raíz que llevan a planchas con vista al cielo, hizo pasillos entre los troncos de los árboles forrados de musgos, arcadas donde sólo pasa el río, ventanas con vista a cascadas turquesa y flores de piedra habitadas por escarabajos azules. El hombre escribió: “Mi casa tiene alas y, a veces, en la profundidad de la noche canta”



Xilitla es uno de los 20 municipios de la Huasteca Potosina

Este paraíso, que reposa entre sombras de árboles, nieves de maracuyá, pescado frito y abundantes cascadas de aguas frías, parece intocado por la guerra que ha regado el tufo de la muerte por todo el país. Apenas a 90 kilómetros, en Ciudad Valles, comienza la ruta del terror que sembraron los cárteles del Golfo y Zetas en toda la región. Pero otra forma de violencia se cierne esta zona. Una amenaza silente, amarrada al sueño del desarrollo y a los tesoros ocultos bajo la tierra: el fracking.

El fracking, o fractura hidráulica, es un método para la extracción de petróleo y gas de esquito (o gas shale), un tipo de hidrocarburo no convencional que se encuentra atrapado en capas de roca, a gran profundidad. Para extraerlo se tienen que inyectar a alta presión millones de litros de agua, químicos y arena a través de pozos profundos para fracturar la piedra donde están depositados los hidrocarburos.

Es una técnica controvertida. Sus detractores dicen que el uso desmedido de agua y el backflow (los líquidos utilizados para fracturar la piedra) dañan y contaminan los mantos acuíferos, ríos y lagos. Que la ruptura de piedras del subsuelo ocasiona sismos y la perforación de pozos libera gas metano, uno de los gases de efecto invernadero más dañinos.

En Estados Unidos, donde se inventó, ha posibilitado obtener hidrocarburos en lugares donde antes no podía y ha llevado a ese país a su sueño dorado: la autosuficiencia energética. Hasta hoy, los estadounidenses han colocado más de un millón de pozos en su territorio. Sólo Nueva York y el estado norteño de Vermont prohibieron la técnica por los daños que puede provocar. Pero el fracking también fue prohibido en Francia. Alemania, España, Austria e Irlanda, y organizaciones como Greenpeace alegan que, en medio de la batalla contra el cambio climático, el segundo país más industrializado del mundo no puede apostar por técnicas tan agresivas para la extracción de combustibles.

En México, el gobierno se niega a dar información sobre la infraestructura petrolera del país con el argumento de la seguridad nacional. La Alianza Mexicana contra el Fracking asegura que las empresas Halliburton, Baker Huges, Weatherford, Tecpetrol y Schlumberg ya obtenían gas y petróleo con la fractura hidráulica antes de que fuera aprobada la Reforma Energética, en 2013. Según una investigación del portal Sin Embargo, Petróleos Mexicanos confirmó, vía transparencia, que desde 1980 se ha utilizado el fracking para la extracción. Lo cierto es que el interés por explotar reservas de gas shale en el país va en aumento: según la misma investigación, 9 de cada 10 pozos que hay en el país se construyeron en los últimos 14 años.



La Sierra Madre Oriental de México, concentra una de las principales reservas de gas shale en Norteamérica

Ninguna de las compañías que hacen fracking en México es mexicana. Ninguna autoridad mexicana monitorea o recopila información sobre los daños ambientales que provocan esas empresas. En México hay 3,780 pozos, y 98% de ellos está en Veracruz y Puebla. En la Huasteca Potosina, en cambio, no hay ni uno. Las empresas ni siquiera han podido entrar a explorar. De la mano de autoridades municipales y agrarias, con el apoyo de la Coordinadora de Organizaciones Campesinas e Indígenas de la Huasteca Potosina (COCIHP) y la Alianza Mexicana contra el Fracking, los pueblos nahuas y téenek emprendieron una cruzada por la defensa del agua y de su tierra:

En 2015, el cabildo de Xilitla aprobó rechazar “en todo el territorio del municipio” los proyectos de extracción de hidrocarburos no convencionales. En 2016, fue Tanlajás el que se declaró formalmente “libre de fracking”.

Hasta ahora, 140 comunidades de 10 municipios de la Huasteca Potosina han firmado las actas de asamblea que dicen: “Aquí NO”.

“Aquí manda la asamblea”

El mural comunitario cubre una pared de la cancha de básquetbol, donde los niños tratan de acertar la pelota en el aro. La imagen muestra un río, del que salen brazos y las manos que sujetan granos de café, maíz, plátanos. Una víbora avanza por debajo del agua. También hay un armadillo, un perro y un dios. Y todos hacen un frente contra una plataforma de petrolera que tiene la muerte a sus pies. “Amo kitlapanas tetl (No al rompimiento de la piedra madre). Uxtuapan dice: No al fracking”

Uxtuapan es un barrio de Xilosuchico, una de las 24 comunidades de Xilitla que firmaron un acta de la asamblea para rechazar el fracking.

Aquí firmaron, “con todo y jóvenes, como 500 ciudadanos”, dice Celedonio Hernández Martínez.

Celedonio es presidente de la cooperativa La Igualdad, que trabaja el café orgánico desde hace 20 años. Es un hombre que sonríe fácilmente y no oculta la gracia que le provoca el ataque de mosquitos a los extraños. Mientras caminamos por su finca de café, Celedonio nos dice que, hagan lo que hagan las empresas y el gobierno, la comunidad no va entregar el agua de su manantial.

“Es que has de cuenta que es un patrimonio de la comunidad, porque ese es el nombre de aquí del barrio, Uxtuapan, que significa cueva con agua, o manantial de cueva, y se ha cuidado mucho: las señoras van a trabajar allí, hacen limpieza. Son dos aguajes, uno ahí y otro está más abajo. Se ha mantenido mucho ese manantial. Orita estamos dispuestos a defenderlo, estamos comunicados. Si detienen a alguien, vamos”.

- ¿Por qué piensan que pueden detener a alguien?

- Porque hay amenazas. El juez saliente dice que sí lo amenazaron, lo llegaron a amenazar los mismos de la empresa. Nosotros no tenemos abogados porque sabemos que la máxima autoridad es la Asamblea (de ejidatarios). Aunque venga el presidente de la República, la máxima autoridad es la Asamblea. Y ellos saben bien que no pueden entrar nomás porque sí. Solamente que nos lleguen a sacar a fuerzas con Ejército, o la policía, pero esto ya sería una violación.

Aunque diga el presidente del país, insiste. Mande quien mande. La Asamblea decide porque eso está en la Constitución de México. Y por si acaso, advierte muy amable: “y si ustedes han venido nada más también para convencernos tampoco, estamos bien cómo estamos. Aunque no nos den nada”.

“No aceptamos el fracking porque nos va a perjudicar nuestro ambiente y nos va a destruir los manantiales y nuestro cultivo”

Celedonio supo del fracking en una reunión en Papantla, Veracruz. Ahí escuchó las máquinas y vio “la lumbre que salía, se miraba cerquita, y se sentía el calor ahí, cerca la primaria, el kínder también”.

Entonces regresó y contó lo que había visto a la Asamblea de su pueblo. Cuenta que luego llegaron de las empresas a tratar de convencerlos de todos modos: “Primero vinieron y no encontraron a nadie. Vinieron por segunda vez, encontraron al juez y el juez no se convenció. Vinieron la tercera vez, entonces sí encontraron todas las autoridades, pero dijeron ellos: ‘que opine la asamblea, si la asamblea lo acepta adelante’. Vinieron todavía en la noche a ofrecerles dinero. Porque le buscan estrategias. Mandaron uno que habla en nuestra lengua para convencer, y luego mandaron más, a uno que ya conocía aquí. Ofrecían el bienestar, tener agua hasta en las casas, ofrecían todo, o sea que la comunidad se iba a ir a superar, iba a estar más bien, pero no, ni así nos convencieron, sabemos que no nos va a llevar a bien, que no era cierto que nos iban a poner tubería, ¿cómo es posible que nos iban a poner tubería si ese manantial no tiene agua suficiente para abastecer toda la comunidad? Ellos lo que buscaban era perforar o ver, como ellos traen aparato, si hay petróleo. Desde ahí empezamos a ver que era mentira”.

En abril de 2016, con la presencia de los representantes de la empresa y del gobierno estatal, la Asamblea dijo que no. Ese día, recuerda Celedonio, “hasta los jóvenes hablaron, muchachas, dijeron que prefieren andar cargando su yugo que tener agua en su casa, porque ellos sabían bien que no era cierto. No iban a poner agua, ellos lo que buscaban era petróleo”.

“Amo kitlapanas tetl. No al fracking”

El poder de la comunidad

“Mucho gusto, soy Domingo todos los días de la semana”, nos recibe en su oficina Domingo Rodríguez Martell, presidente municipal de Tanlajás.

Tanlajás es el quinto municipio con más pobreza en el estado, según las mediciones siempre relativas del gobierno federal. Cuando le preguntamos al alcalde a qué se dedica aquí la gente responde de buen ánimo: “pues, aparte de niños, producimos caña, piloncillo y caña para el azúcar… y muchos niños”.

Domingo todos los días lleva la piocha larga y un buen humor envidiable. En la pared de su despacho hay un retrato de Benito Juárez con el pelo relamido, pintado por un artista local, también hay una fotografía del alcalde con su esposa e hijos vestidos con la usanza típica de su pueblo: los téenek, como se dicen a sí mismos los huastecos.

En la entrevista, el representante popular insiste en que no hubiera sido posible la declaratoria contra el fracking sin el empuje de la comunidad, “el cuarto poder”, le dice,  “porque muchos hablan del poder federal, el poder estatal, el poder municipal, pero no hablan del poder comunitario”.

 

 

En Tanlajás, 60 de las 68 comunidades han firmado un acta de Asamblea en contra del uso del fracking. El municipio también tiene una declaratoria contra el fracking, como pueblo indígena, pero el gobierno del estado no la ha querido reconocer con el argumento de que se necesita una consulta. “¿Quién nos va a consultar, si somos nosotros que declaramos? -cuestiona el alcalde-. Ahí hay una contradicción: cuando hay simplemente una política desde afuera no hacen la consulta; cuando la proponemos desde adentro de las comunidades quieren que sea consulta”.

La lucha es dura y desigual: primero, el gobierno estatal organizó foros en 43 de 394 comunidades de la región y dio por consultados a los pueblos. Las comunidades se ampararon contra una consulta que consideran simulada. El 23 de marzo de este año, se organizó un seminario en el que participaron académicos, funcionarios y petroleras de Colombia y Centroamérica, pero no hubo representación indígena. El seminario fue promovido por las comisiones nacional y estatal de derechos humanos. “Ellos nos mandaron la invitación”, dice Domingo todos los días, quien cuenta también que le dijo al gobernador: “pareciera que estás armándolos de herramientas para que vayan a aniquilar la resistencia de los pueblos indígenas”. Ahora, nos dice que para eso sirve la consulta: “no están armando a los indígenas para que se defiendan de los empresarios, sino que al revés”.

El alcalde sabe que el problema son los modelos de desarrollo “impuestos por los gobiernos y por las empresas, que vienen a tratar de aprovechar los bienes naturales que tenemos en la región”. Ellos, sigue, “se plantean la ocupación temporal en las comunidades indígenas mientras la saqueen y ya después nos la van a dejar, cuando ya no sirvan”.

Pero Domingo todos los días también sabe que debe ser cuidadoso: Tanlajás tiene 23 mil habitantes y un presupuesto anual de 61 millones de pesos (50 millones provienen del Ramo 33 del gobierno federal y son para obras de infraestructura). Es decir, el alcalde dispone de un gasto diario de 7 pesos por habitante.

“De alguna manera tengo que buscar la relación con el gobierno y buscar como beneficiar a mis comunidades. Nos limitan mucho el recurso. Yo tengo que estar movido también haciendo trabajos de gestión y eso nos mata. No hay mucho con qué moverse y esto nos deja a la deriva la defensa territorial”.



"Las consultas no están armando a los indìgenas para que se defiendan"

Las rebeliones de los huastecos

Las rebeliones indígenas en la Huasteca son más viejas que México como país. Antes de la conquista los huastecos vivieron oprimidos por los mexicas quienes les exigían tributaciones. Incluso, en el libro Nueva Historia General De México editado por el Colegio de México el historiador Pablo Escalante Gonzalbo narra que el tlatoani Ahuítzotl “celebró su coronación con el sacrificio de 80 000 prisioneros huastecos. La cifra parece exagerada pero varias fuentes coinciden en ella”. Los huastecos sobrevivieron a los mexicas y en el siglo XVI, el conquistador Francisco de Garay intentó sin éxito colonizar la zona. Casi doscientos años después, se levantaron en armas contra los ganaderos del porfiriato. La rebelión fue comandada por el indio Juan Santiago al grito de “muerte a todo el de pantalón”.

La sublevación contra los hacendados no llegó a buen puerto y la revolución mexicana sólo trajo nuevos caciques a la huasteca. Pero después de conocer esas historias, no parece tan extraña esta última resistencia de los huastecos contra las compañías extranjeras que buscan sacar gas y petróleo de sus tierras.

El problema ahora, dice Juan Domingo Hernández, es que los jóvenes ya no quieren trabajar la tierra, porque cada vez deja menos, y mejor se van a las ciudades en busca de trabajo.

Hernández es consejero indígena de la comunidad de Chimalaco, en Axtla de Terrazas. En esta comunidad están dando la batalla legal contra la construcción de un gasoducto que presumiblemente servirá para abastecer de gas de uso industrial a la planta de Citrofuit, una empresa local que tiene el monopolio de la venta de naranjas en la región.  Pero Enercitro, la empresa que opera el proyecto del gasoducto, no es el único problema de Domingo Hernández. Las historias que nos cuenta bien podrían ser un copy paste de lo que la historiadora Carmen Salinas Sandoval escribió sobre la revuelta de hace cien años: “se desencadenó una rebelión indígena, debido a la defensa de la tierra comunal, a los abusos en el gobierno local, a los intereses económicos de los terratenientes y a la combinación de las leyes liberales con el sistema consuetudinario indígena”.

 

 

El 20 de julio, mientras elaboramos este reportaje, un juez federal concedió a las comunidades de Chalchitépetl y Chimalaco la suspensión definitiva de las obras del gasoducto. El amparo impide a la empresa seguir con la construcción, “mientras se atiende el fondo del amparo”, que es que no se respetó el derecho a la consulta.

“En realidad, son 5 megaproyectos conectados los que amenazan a la huasteca”, nos dice, de camino a Tamazunchale, el activista Rogel del Rosal. Luego los enlista: la represa del Río Coy en Ciudad Valles; la boca de bombeo de Monterrey VI (un proyecto hidráulico para llevar agua de la huasteca a la ciudad de Monterrey); la termoeléctrica en Tamazunchale; el gasoducto, y la ronda de licitaciones para la exploración del gas y petróleo vía el fracking.

El problema central de esto último, explica, está en el artículo 96 de la Ley de hidrocarburos, que dice la actividad de exploración y extracción de gas y petróleo tiene prioridad sobre cualquier otra actividad que se realice. Por eso, las comunidades no indígenas tienen pocas herramientas para pelear jurídicamente contra la fractura hidráulica.

Rogel y su esposa, Rosa Peña, son dos luchadores de izquierda que hace más de 20 años decidieron venirse a vivir aquí y comenzaron a trabajar en las comunidades a través de la COCIHP. En agosto de 2014 organizaron el primer foro informativo sobre el fracking, que invitaron académicos de Chapingo y de la UNAM. Desde entonces han realizado más de 100 foros con asambleas generales en las comunidades.

Ellos nos ayudan a entender la región y la forma de organización de la resistencia, que tiene cinco pistas: la informativa, a través de los foros; el cubrimiento de zonas urbanas para sensibilizar a los no campesinos de los impactos en toda la región; la coordinación de acciones, a través de comités de cada comunidad; la defensa jurídica, para la que han tenido el apoyo de la Clínica de Litigio Estratégico de la Universidad Autónoma de San Luis; y el contacto con medios de información.

“La defensa del territorio nos va a llevar automáticamente a una nueva forma de decisiones sobre el ejercicio de la autonomía y la libre determinación”, dice Rogel, convencido de que la Reforma Energética no es más que la legitimación de un proceso de despojo que comenzó con la firma del Tratado de Libre Comercio, en 1994.

- ¿Te imaginabas, en las protestas de entonces, que el neoliberalismo tendría estos efectos que ha tenido en el campo mexicano? 

- No, creo que nunca nos imaginamos una cosa tan devastadora.




Rogel del Rosa y Rosa Peña, la apuesta por la organización

“Eso no es una nube”

Sebastián Hernández Ávila vive de Santiago Centro, en Tamazunchale.

Desde ahí ha encabezado una guerra de amparos contra el municipio, para que a su comunidad no le echen la basura de la cabecera municipal.

En el ejido Progreso, en Tamazunchale,
los pobladores sacan el agua del manantial con un pedazo de otate.
Cada día, María Esther y su hermano cargan 4 botes de 50 litros
para llevarla a su casa. “¿Qué vamos a dejar a nuestros hijos
si dejamos perder esto?” pregunta Sebastián Hernández
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Es una batalla pequeña, en comparación con las otras de la región, pero al final es la misma: la defensa del agua de sus pozas. Por eso Sebastián es respetado en otras comunidades.

Sebastian nos acompaña a Cuixcuatita, una comunidad donde la multinacional española Iberdrola construyó una termoeléctrica para la generación de electricidad en 2007. Convencidos de que tendrían empleo y muchos beneficios, los pobladores vendieron a la empresa sus mejores tierras, las que están junto al río Moctezuma. Ahora, encontramos a los hombres del pueblo quitando lo hierbajos de la carretera que la empresa dejó sin terminar.

A la orilla del camino se improvisa una asamblea para atender a los reporteros. Los campesinos se sientan en las carretillas, en los pastos bajos, arriba de alguna piedra y los perros se ponen panza arriba a la sombra de los árboles. Cuentan que les prometieron fotocopiadoras para la escuela y les mandaron unas "desechables"; que les cerraron el camino que lleva directo a su comunidad y ahora tienen que dar un rodeo para pasar; que no hubo empleos, porque la termoeléctrica trabaja con más máquinas que hombres, y en cambio, se acabaron los maizales y la tierra de cultivo. “Nomás están las matas, pero ya no dan. Los frutos se caen cuando todavía no están buenos”, dice un hombre con una playera nike.

Cuando preguntamos si hubo algún beneficio, los hombres responden al unísono: “Nada”. Cuando cureoseamos sobre la principal afectación, responde muy serio el comisario ejidal: “el cambio climático”. Cuando cuestionamos que sería para ellos un beneficio, real, responde el ex comisario ejidal: “que pongan un sistema de riego para poder trabajar el campo”. Cuando sugerimos que la termoeléctrica es para generar electricidad, que al final de cuentas todos necesitamos, un coro de voces alega que no, que la electricidad “se la llevan a España”.

“Mire -dice por fin uno de ellos- si usted se pone a revisar la electricidad del pueblo, va a ver que tenemos la electricidad más corriente que hay. La buena se la llevan. Yo, para decirle, allí donde yo vivo un ventilador muy ajuerzas prende. Aquí no tenemos buena luz y eso que tenemos la termoeléctrica. No es un beneficio para nosotros”.

El Rio Moctezuma trae desechos desde el Estado de México

Iberdrola presume en su página de internet que la termoeléctrica de ciclo combinado que está en Tamanzuchale es la que más electricidad produce en latinonamérica. Iberdrola es la empresa que más electricidad le vende al gobierno mexicano. Este año fue reconocida por su Excelencia Ambiental por la Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales porque “demuestra un desempeño ejemplar y una mejora continua en su compromiso con el medio ambiente”.

“Eso que está ahí no es nube”, responde el ex comisario ejidal, y señala una fumarola blanca que sale de una chimenea de la termoeléctrica. Luego, resume lo que en esta comunidad han aprendido después de la instalación de la termoeléctrica: “Los políticos y las empresas son la misma pareja, es como una mujer y un hombre que se duermen juntos y tienen sus secretos ellos mismos”.

Por eso, aquí ya no le creen ni a los políticos ni a las empresas. Como tampoco les creen en las 140 comunidades que han firmado las actas contra el fracking.

Cada día, al caer la tarde, miles de Vencejos regresan al Sótano de las Golondrinas con comida para sus crías.