Temacapulín: postales de un pueblo que dijo NO

María Felix

La menor de una familia de doce hijos. Su vocación, por tradición, fue la crianza de sus tres hijas, un varón y procurar la casa más fresca y floral de la calle Morelos en Temacapulín, hasta que la sentenciaron a muerte con la inundación artificial por una represa que la Comisión Nacional del Agua. En el pueblo le reconocen sus habilidades para comunicar y estar enterada de todo. Algo le pasó cuando comprendió lo que harían con su pueblo. Comenzó a pensar, a leer, a cuestionar, a dudar en todo momento, de lo que el gobierno les mandaba decir con los traidores -como nombran a los primeros propietarios que negociaron casas-, o en entrevistas de prensa.

No ha habido marcha, protesta, campamento o acción del Comité Salvemos Temaca en la que María Felix no esté haciendo política de a pie. Se ha reído frente a los funcionarios del gobierno federal pero no habla golpeado, cada frase que sale de su corazón está llena de lucidez. El pesar que representa dejar la cazuela en llama prendida y el desayuno a medio servir en casa, para emprender un acuerdo de asamblea, viajar, arreglar, escribir, atender el cyber del pueblo, o recibir personas, le ha dejado mal sabores de boca. Sin embargo su familia respeta el acuerdo de que su casa, la de sus hijas, donde nacieron y se criaron los anhelos de juventud: no se vende, no se expropia, no se reubica, no se inunda.

Marichuy García

Ha caminado y resistido por la lucha contra la represa El Zapotillo, como muy pocas personas; así sea apoyándose de un bastón, haciendo pausas al caminar y durmiendo en el piso, Marichuy ha estado presente en cada acontecimiento vital por defender la tierra que la vio crecer. Cuando toma el micrófono pone a pensar a quienes la ovacionan retomando el himno nacional “un soldado en cada hijo te dio, y yo lo que les digo es que la tierra es de quien la trabaja como decían los próceres de la patria”; pide que no se metan con Temaca y termina cantando. Nunca imaginó tener que involucrarse como lo ha hecho junto a sus hijas, Las Juárez como les llaman, en la defensa del pueblo. Pero para Marichuy no hay revés, ella y los suyos han dejado algo más que tiempo durante diez años de oposición al desplazamiento e inundación de su casa y la tierra. Luchan por la dignidad que les inflama las emociones ante la palabrería o declaración de los políticos promotores del megaproyecto a quienes se ha enfrentado.

Las de la caseta

Consuelo y Esperanza Carvajal, hermanas inseparables son las portadoras de las buenas y malas noticias. Desde hace dos décadas se encargan de la caseta telefónica, la única forma de comunicarse con el resto del mundo desde Temacapulín; hasta hace algunos meses que llegó la telefonía celular y el internet. El cerco tecnológico que ha vivido el pueblo en resistencia, no es por falta de interés de los proveedores, sino de la negación de servicios básicos que el municipio da a un pueblo sentenciado a desaparecer. Les resulta sin sentido invertir en el mundialmente famoso Temaca, pero el ir y venir de las noticias sobre la presa El Zapotillo, invariablemente, ha pasado por el filtro de la caseta telefónica. Desde ahí, también, se han transmitido dos programas de radio conectados a un inmenso cable que atravesó toda la plaza. El objetivo: difundir y visibilizar la resistencia de Temacapulín. Chelo a cualquier marcha, plantón o campamento de resistencia al que acude, lleva consigo dos objetos que la distinguen: sombrilla para el sol y una cámara para filmar. Tomó un taller de producción audiovisual y se encarga de registrar todo lo que acontece. Ella no protagoniza en el templete, su manera de pelear por su pueblo es grabando videos, pegando en las puertas de la caseta las noticias de los periódicos. Es el monitoreo de noticias sobre el pueblo.

Las Álvarez

Chela y Martha han aportado a la resistencia sabor y picante. Cocinan para los plantones, las marchas, o las reuniones a donde llegan aliados de Temacapulín. Lo que distingue sus guisos es incluir al chile de árbol con honores. Durante los días que el pueblo canceló el predio Talicoyunque anulado por un tribunal administrativo como improcedente para la reubicación del Nuevo Temaca en 2010, las ollas de comida que subían y bajaban cada día, que alimentaron a 80 personas, portaban el sazón de las Álvarez; cuidado con extraviar una sartén, un cuchillo o una cuchara, a Chela algo que la distingue es su peliaguda manera de resolver los problemas. Las mujeres del pueblo contribuyen con algo más que guisos; con sus ideas y particular rebeldía organizan detalles y comunican decisiones de la asamblea. A Chela se le ve de arriba para abajo los días de evento en el pueblo, apurando y recordando cómo hacer las cosas, no para, no calla.

Guadalupe Íñiguez

Temacapulín solo tiene una entrada y una salida, no hay manera de escurrirse de la inspección ocular de Lupe. Antes se le miraba sentada a la orilla de la gigante banqueta afuera de su casa, una de las primeras que se encuentran a la orilla del pueblo. Casa que mantiene durante el día abierta sus puertas. Ahora desde una silla con un bastón que usa de soporte, Lupe sabe qué auto entra y cuál sale. Si llegó el camión de la mañana y que tan cargado o vacío se fue. La memoria es un responsorio de muchas pláticas con los aliados que llegan al pueblo. Vecinos y visitantes por la cotidianeidad de un ¡buenos días! o el levantón de rostro para saludarla, terminan platicando con ella y Lupe se presta de hábil memoria, para preguntar a los fuereños de sus cosas. A Lupe no la sacan de su casa más que “con los pies por delante”, repite la frase que la hizo famosa en uno de los videos más vistos sobre la lucha de Temacapulín y mientras eso sucede, sigue confesando y pasando actualización de vida a cualquier persona que vuelve al pueblo con la intención de apoyar.

Chabela, la bisabuela de la lucha

Chabela guarda sus padecimientos físicos pues “mientras pueda aquí voy a seguir, con mi pueblo, ¿pues qué más?” en su respuesta para quien se admira al saber que es una de las cuidadoras del templo. Se turnan en la comunidad para no dejar solo al Santísimo y si hay visitantes, “no crean que aquí se esconde la gente o es un pueblo muerto”, me susurra mientras me siento a su lado en la tercera banca de la Basílica Lateranense y miramos juntas a la Virgen de los Remedios. Mamá Chabela o Doña Chabe, parió hijos, nietos, hijas y nietas, bisnietas, que junto a yernos y nueras, de muy diversas maneras se niegan a la inundación del poblado donde han ejercido su derecho a ser.

Gabriel Espinoza

Foto: Jade Ramírez Cuevas Villanueva

Lo insultó y amenazó el panista César Coll Carabias, funcionario de la Comisión Estatal del Agua en Jalisco, llamándolo Padre Gallo, lo que ameritó una queja en la Comisión Estatal de los Derechos Humanos y el repudio viral de los seguidores del padre Gabriel o como algunos le conocen, de Chayo. A él no se le fue el sueño, reafirmó su convicción de servir a su fe y a su derecho legítimo de pelear “por agua y paz para todos y para siempre”. No queda claro cuántas horas duerme por día, pero sí cuántas destina a imaginar, organizar, emprender, correr, leer, viajar y orar, más de doce. Hace tres años que tras negarle la Arquidiócesis de Guadalajara su nombramiento como sacerdote en Temacapulín, por obvias razones de su involucramiento en la lucha y resistencia contra la presa El Zapotillo, cesó la encomienda de cura. Iniciaron los días más intensos que estaban por venir: sobrevivir sin salario e indulgencias de las que gozan los sacerdotes, en medio de dos de sus idearios, La Revolución del Agua iniciada el 10 de noviembre de 2011 y el programa Volver a l Raíz, dirigido principalmente, a la base social de Temaca para recuperar prácticas ancestrales en el campo, en el manejo de ganado, en el autoconsumo local y las ceremonias y la forma de hacer política. Anarquía pura.

En el pueblo habrá quienes le critican y se burlan de tanta iniciativa de Gabriel Espinoza, muchos otros, le siguen. El ahora vocero del Comité Salvemos Temaca y nato defensor de derechos humanos, en otro tiempo celebró misa en dos idiomas, invitó a oficiar a Luis Infanti, el Obispo del Agua de Chile, aun sin permiso de la diócesis de San Juan, cantó o dirigió evangelios por demás inquisidores con los sistemas de opresión. Ahora, la más de las veces lee sobre captación de agua de lluvia, critica la politiquería de los gobernantes, siembra y cosecha semillas de rebeldía.

Los abogados

Temacapulín cuando debe tomar decisiones estratégicas, lo hace si solo están los abogados presentes; es para ellos más que un amuleto, se trata de una necesidad cargada de certezas. El compromiso que adquirieron con los pueblos indígenas y rurales, como forma de vida, a Claudia Gómez Godoy y Guadalupe Espinoza Sauceda, los llevó a innovar. En la casa que también funge como oficina dos cosas no escasean: trabajo y chiles. Abogados chileros les dicen, por la mundialmente famosa primera salsa que crearon elaborada a base de chile de árbol cosechado en la tierra que defienden, el Chiltemaca; es su otra manera de subsistir y llevar el destino de más de dieciséis juicios contra la presa El Zapotillo. Su casa siempre huele a chile, se come con debate, se hace política, y se milita con esperanza. Son 9 años frente a la estrategia jurídica de los pueblos pobres contra la represa, sin tener de por medio un contrato “No hay una relación clásica de abogado-cliente, sino es una relación de compañeros de lucha”, narró Claudia para un reportaje sobre el costo de litigar derechos humanos.

Son 9 años frente a la estrategia jurídica de los pueblos pobres contra la represa, sin tener de por medio un contrato “No hay una relación clásica de abogado-cliente, sino es una relación de compañeros de lucha”, narró Claudia para un reportaje sobre el costo de litigar derechos humanos.

Poncho Íñiguez

Está lleno de anécdotas como ferrocarrilero y peón de obras inconclusas. En un momento va corriendo con huevos y enceres para preparar el desayuno en el Mesón de Mamá Tachita -comedor que atiende con su esposa Juanita- y, en otro instante, le da bienvenida a aliados de lucha, hace un recorrido por el bosque Colomos un rincón que compone la biodiversidad de Temacapulín, o grita consignas en marchas y plantones donde también le dedica canciones a Vicente Fox como traidor. Don Poncho para unos, Ponchito para otros, Alfonso Íñiguez además de emblema de la defensa, ya fue delegado de la comunidad. Con “¡Vivan los héroes que pararon la presa el Zapotillo!” remató uno de los tres gritos de independencia que le tocó dar, fue en 2011; el pueblo le coreó la ovación que resume cómo impregnó su vida el oponerse a la inundación de sus tierras, que lejos de sentenciarlo a muerte, lo regresó a la vida después de jubilarse.

Lauro y los viejos

En los portales de la plaza de Temacapulín se colocó en 2017, la primera placa conmemorativa que rinde homenaje a un líder del pueblo, en vida. Lauro Jáuregui es el personaje a quien un bloque de la comunidad reconoce “como el mejor delegado que ha tenido Temaca”, tanto, que fue cuatro veces elegido para llevar los asuntos del pueblo mucho antes del anuncio de la presa. “No se me va a conceder ser cinco veces delegado, es una pena que tengo…con este problema yo de delegado habría peleado con todo por sepultar la presa”, reflexionó después de recibir aplausos, porras y abrazos de quienes presenciaron su homenaje. Fue el encargado de llevar por primera vez el cinematógrafo a Temacapulín, “ni en sueños”, dice, imaginó que se haría tanto video y cine sobre su pueblo ahora con la presa. Don Lauro se involucró en la resistencia con discreción y estrategia, mantuvo comunicación por carta con un amigo ingeniero quien le daba tips sobre la obra de la que no ha dejado de criticar. Lauro como político, siempre se conservó lejano a los cacicazgos de la región, a la dominación del PRI y a aceptar la imposición de algunos cuantos.

Esteban Jaúregui

“Yo no soy dueño ni de un metro cuadrado” sentencia Esteban, cada que es cuestionado por su involucramiento en la lucha. Es su manera de explicar que pese a no poseer nada material, ha dado todo: tiempo, dinero, vida, saberes adquiridos en los destinos más peligrosos que eligió para sobrevivir, primero en Monterrey como paletero, y después, de indocumentado en Estados Unidos construyendo casas. Como casi todos los jóvenes de Temacapulín, Esteban salió alcanzados los 13 años “de mi padre recibí respeto cuando me vio decidido a irme de casa para trabajar y conseguir un mejor destino; así aprendí que uno se impone y no debe rajarse”. Y no se ha rajado. Junto a su hermano Emilio y otra parvada de hombres que ya andan cuarenteando, pero cuando aún eran joviales, asumieron el rol de autodefensa los años que recrudeció la criminalización, espionaje y asecho de los gobiernos tanto de Jalisco como el federal para desalojar al pueblo. En los atardeceres del campamento que canceló la zona de construcción de la presa El Zapotillo, Esteban huía de la tensión sobre la toma de decisiones, la intensidad de las discusiones, el abastecimiento de víveres, la vigilancia y el agotamiento, a un ojo de agua termal que en rebeldía subyacía sobre el canal de desvío que comenzaba construir la empresa española FCC sobre el río Verde; de su sensibilidad siempre despierta, deslizaban lágrimas con rabia. No estaba dispuesto a perder tan fácil y por los dos rostros tatuados que lleva en sus brazos, el de Jelo su padre y Tere su madre, juró que pelearía por Temacapulín hasta las últimas consecuencias. Los jóvenes de Temacapulín han resistido de las formas más lúdicas y creativas, a veces en batalla campal, otras decorando cada 8 de enero el atrio de la basílica lateranense en riesgo de inundación, o impulsando proyectos sociales y educativos como el Centro de Computo o el cyber, primer intento de interconectar a la resistencia con el mundo.

Hijos ausentes

Cuando se reduce a 500 habitantes el conflicto y la lucha de Temacapulín, los hijos ausentes brincan enchilados. Un censo discreto calcula más 600 personas que fueron expulsadas por precariedad y falta de oportunidades en la región. Gabriel Gutiérrez es el más visible en Monterrey, Las Juárez en Guadalajara, Rigo, Chayo, Texas y Papá Joe en California o las Carvajal en San Juan Cosalá. Desde Watsonville, cada año, Martín Rodríguez vuelve al pueblo para vivir las fiestas patronales. Todos los días se involucra a distancia de la resistencia, elabora opiniones, lanza consignas, transmite el discurso del no a la inundación por un embalse que dejaría al pueblo bajo un lago artificial; en 2012 en una hora firmó decenas de ejemplares del libro Temaca en el Alma, publicación de relatos autobiográficos que describen, desde sus memorias, el pueblo de antes con la mirada puesta en la actual resistencia. En Temacapulín siempre se ha remado a contracorriente, se lee.

El aporte de los hijos ausentes no se reduce en dólares para retocar la plaza o faenas para arreglos del pueblo, cantan, componen canciones, se disfrazan de Súper Temaca para las marchas y plantones, promueven su casa, organizan carreras a campo traviesa, ganan becas de promoción cultural, rezan en protesta retando a los políticos cristianos promotores de la inundación, hacen política e inundan las redes sociales, siendo ellos mismos el mejor community manager de la resistencia.