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Los habitantes de siete municipios de Guanajuato consumen agua contaminada con flúor y arsénico debido a la sobreexplotación del manto acuífero. Mientras las autoridades ignoran e incluso niegan el problema, los ciudadanos se han organizados para advertir de los riesgos y frenar un envenenamiento que lleva a la muerte

 

SAN DIEGO DE LA UNIÓN, GUANAJUATO.- Helena Castro ofrece una sonrisa enorme para mostrar sus blanquísimos dientes postizos. Los originales, cuenta, empezaron a caerse a pedazos poco después de que cumplió 20 años. Ahora tiene 56 años y es dueña de un centro naturista en la comunidad de Pozo Amado.

Helena no es la única persona en esta comunidad que tiene la dentadura postiza. Tampoco es la única en la región conocida como la Cuenca de la Independencia, que engloba siete municipios del norte del estado: San Diego de la Unión, San Luis de la Paz, Doctor Mora, San José Iturbide, Allende, Dolores Hidalgo y San Felipe.

La mayor parte de la población rural presenta síntomas de fluorosis, una enfermedad causada por la excesiva ingesta de fluoruros, sales derivadas del flúor que en cantidades pequeñas se usan para prevenir caries (en pastas dentales y agua potable), pero que en cantidades muy altas pueden ser letales.

Las mujeres de Pozo Ademado recuerdan que en la comunidad era normal que los ancianos llegaran a la tumba con la dentadura completa. Pero eso fue antes de que se acabara el agua de esta región semidesértica y de que la sobreexplotación de los acuíferos -Río Laja y Laguna Seca- impidiera su recarga natural.

Hace 50 años, una familia cavaba un pozo de entre 8 y 20 metros para conseguir agua fresca; ahora, hay excavaciones que llegan a 192 metros, según la información oficial, aunque pobladores y activistas aseguran que hay registros de hoyos que superan los 400 metros. A esaprofundidad, se le considera agua fósil, lo que significa que ha estado almacenada bajo la tierra por miles o millones de años y concentra altas cantidades de minerales tóxicos, como flúor, arsénico o incluso radón, un gas radioactivo.

Para tener idea de lo que esto significa: en Estados Unidos, los niveles aceptados de fluoruro en el agua son alrededor de 1 parte de fluoruro por millón de partes de agua (ppm); en cambio, la concentración de fluoruros en suelos varía entre 200 y 300 ppm, según la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR, por sus siglas en inglés). El fluoruro de sodio, el fluoruro de hidrógeno y el flúor son clasificados como sustancias peligrosas por la Agencia de Protección del Medio Ambiente de EE. UU.

La escasez de agua en esta región es un problema que se ha intensificado en los últimos 20 años, desde que se impulsó la agroindustria en el estado durante el gobierno de Vicente Fox (1995-1999).

Hoy, Guanajuato es el principal productor de hortalizas en el país como la lechuga y el brócoli, cultivos que necesitan enormes cantidades de agua. También es el estado que encabeza la lista de acuíferos explotados, según la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales.

El gobierno estatal reconoce que cada año se extraen del subsuelo 1,041 millones de metros cúbicos más de los que se recargan. La información disponible en la página de la Comisión Estatal del Agua indica que 84 por ciento del agua de los pozos se usa en actividades agrícolas (no desagrega el porcentaje de la agroindustria), 13 por ciento es para el uso doméstico y 3 por ciento para la industria.

Pero en esta región, las comunidades tienen limitado el acceso al agua a una o dos veces por semana. Conseguirla es costoso y difícil, y la sobreexplotación de los acuíferos obliga a buscar el agua en lugares cada vez más profundos.

Las autoridades se han negado a aceptar que sus ciudadanos están consumiendo agua tóxica. Por eso, personas como Helena Castro formaron la Hermandad de la Cuenca de la Independencia, y han asumido la responsabilidad de informar a las comunidades e incluso encontrar soluciones.

 



II. Un batallón ciudadano contra el cianuro

Un pequeño grupo de vecinos en San Luis de la Paz enfrentó a una empresa multimillonaria y a las autoridades locales para impedir la construcción de una planta de cianuro en su ciudad. Esta es la historia de cómo lograron la victoria, contada por sus protagonistas

 

 

SAN LUIS DE LA PAZ, GUANAJUATO.- El jueves 25 de agosto de 2016, cuando los habitantes de San Luis de la Paz se enteraron que The Chemours Company tenía la intención de abrir la primera planta de cianuro de sodio de América Latina en su pequeña ciudad, quedaron estupefactos. En menos de 24 horas, la palabra cianuro se expandió como fuego por el Facebook, Twitter y Whats app.

La indignación creció cuando supieron que antes de poner a San Luis de la Paz bajo la mira, la Chemours —filial de DuPont— había intentado instalarse en Salamanca, la ciudad petrolera que está a 160 kilómetros al sur del estado, y que 47 días antes el proyecto se había cancelado por errores de procedimiento.

Las reuniones digitales, los comentarios y los debates se concretaron en una reunión ciudadana en una cafetería del centro de la ciudad. A la reunión llegaron casi 20 personas, abogados, amas de casa, estudiantes y científicos, todos vecinos. Ese mismo día decidieron fundar una organización civil que hiciera frente a la planta y hasta al mismo gobernador, que en esos días no se cansaba de decirle a sus ciudadanos que el cianuro era “igual de inofensivo que la sal de mesa”.

Así nació la Organización Ciudadana Ludovicense por el Derecho a Vivir en un Ambiente Sano, que emprendió una batalla política contra quienes estaban a su alcance: las autoridades municipales. Los vecinos presionaron a los regidores para que no autorizaran el uso de suelo.

La batalla duró casi 10 meses y ante la presión social, la Chemours desistió del proyecto el 8 de abril de 2017. Lo hizo en silencio, los vecinos lo supieron dos meses después. Para ellos la salida de la empresa significó una victoria gigante en una batalla muy desigual.

Pero la historia no ha terminado. El 24 de junio, apenas dos meses después de salir de Guanajuato, la empresa multinacional inició un nuevo proceso para instalar su planta de cianuro en el ejido El Siete, una comunidad diminuta en el noreste de Durango, donde considera que tiene más posibilidades.

El cianuro de sodio es la principal sustancia que usan las empresas mineras para separar los metales, por medio de un proceso de lixiviado. Ante la expansión de la minería en México se ha convertido en un buen negocio.

Los ludovicenses lo saben, porque durante su batalla buscaron en internet y se asesoraron de expertos para entender cómo funciona y los daños que hacen. Ahora no quieren la fábrica ni en su ciudad, ni en su estado, ni en su país. Así que decidieron ir a capacitar y apoyar la lucha que apenas empieza en Durango.

Agradecemos a Geovanna Dávalos y a la organización Acción Colectiva por su apoyo para la realización de este reportaje.