Valentina: el costo de denunciar a tu violador

Valentina fue violada por un compañero de la UAM. Tras un proceso doloroso que implicó recordar y armarse de valor para denunciar en su escuela y ante el MP, su agresor continúa impune. Sin embargo, él la denunció por manchar su imagen, y ahí las autoridades sí investigaron.

10 de octubre de 2017

Texto: Lydiette Carrión y Celia Guerrero

Fotos: Erika Lozano, Diana Esbrí y Celia Guerrero.

Es la madrugada de algún día de inicios de 2017, un Uber circula a unas cuadras de la UAM Azcapotzalco, y Valentina está llorando en el asiento trasero. Ha recordado un suceso que tuvo lugar un par de años atrás, exactamente el 9 de abril de 2015. Un evento en el que ella había sido la víctima; un suceso enterrado en el inconsciente, o en algún lugar muy recóndito de la memoria. ¿Cómo funciona la memoria de los abusos y las violaciones?

Antes de subirse al uber, antes de recordar y llorar, Valentina, estudiante de licenciatura y consejera técnica en la UAM Azcapotzalco, ha pasado las últimas horas defendiendo el caso de Libertad, una compañera, estudiante, que fue víctima de violencia de género por parte de su pareja.

El caso de Libertad se parece al de muchas otras estudiantes que son violentadas emocional, física y laboralmente por alguien que dijo amarlas. Por alguien de más edad, con más poder, con más trayectoria, con más reconocimiento social. Tiempo atrás Libertad inició una relación con un profesor y funcionario en la defensoría de la UAM. Al poco tiempo de vivir juntos, aquél no sólo la explotaba laboralmente, sino que la agredía psicológica y físicamente. En una ocasión le rompió un brazo. Finalmente Libertad lo denunció, pero el Defensor de la escuela protegió a su subordinado. Fue entonces que varias estudiantes y académicas participaron en procesos para que el agresor fuera expulsado, y entre ellas se encontraba Valentina, quien empujó el caso en el consejo técnico.

Tras semanas de presión, el agresor no fue expulsado, simplemente renunció. Igual que en casos anteriores, la violencia sexual jamás fue oficialmente reconocida. Aun así era un logro del movimiento feminista en la UAM. La última jornada de esa batalla, es ese día impreciso de inicios de 2017, cuando Valentina tiene la presión baja y se siente muy mal; ya no espera el transporte que le da la universidad, pide un uber y se va a casa, un departamento de estudiante a unos 15 minutos de la UAM. Y en el trayecto no para de llorar. En sus palabras, es hasta entonces “que me di cuenta de lo que había sucedido”.



La agresión a valentina

Él siempre mostró interés en mí. Pero nunca fuimos amigos. Antes se me hacía fácil hacer amigos; antes. Pero coincidíamos en cosas políticas. Había veces que coincidíamos en la cafetería y así, pero siempre le marqué distancia.

[Esa ocasión,] “Omar”, otro chico que también conocía de Oaxaca, de la misma región que yo, me ayudó con una tarea, y al finalizar me dijo que fuéramos a casa de “Juan”, otro chico con quien yo sí tenía relación. Íbamos a conciertos, obras de teatro, sí tenía una relación con ellos dos. Eran mis amigos. Me dijo que fuéramos a una pequeña reunión a su casa, que estaba enfrente de la universidad. Y pues sí. Acepté.

Ese día era la última entrega, llevaba muchos días sin dormir, sin comer bien… en fin.. y en esa reunión estaban ellos dos, y otras dos personas: [el agresor] y “José”, otro tipo que no sé cómo llegó ahí.

Tomamos vino de tetrapack rebajado con jugo de arándano. Un vino super chafa. Omar sirvió la primera ronda de vasos. Me tomé mi vaso y fui al baño. Y me acuerdo que me fui al baño porque José hizo un comentario de mal gusto: dijo que las mujeres siempre que se llevan su bolsa al baño están menstruando.

Cuando regresé, [el agresor] me dio el segundo vaso, lleno. Le di un trago, pero no me lo acabé, empecé a sentirme con mucho sueño, así que decidí irme.

Yo había sacado de la biblioteca un libro para subir mi calificación del trabajo que había entregado aquel día. El libro se me olvidó en casa de Juan, de lo cansada que estaba.

Yo no me acuerdo, pero hace poco Omar me contó que cuando me despedí vio como señales de que me estaba dando gripa. Pero luego pensó: he estado con ella todo el día y nunca dio muestras de enfermarse. Si le hubiera estado dando gripa, lo hubiera notado antes. Entonces no era gripa.

Dejé el libro en casa de Pedro, no pude subir mi calificación, es de mis calificaciones más bajas esa materia.

[El agresor se despidió también y luego se ofreció a acompañarla.]

Tomamos el camión. Me acuerdo que el camión, por la hora que era, no tenía mucha gente, me senté del lado del conductor, por el medio, para que me diera el airecito de la ventana de arriba.

Me bajé donde tenía que bajar. También él se bajó. Para entrar al edificio, había que abrir. No recuerdo quién abrió la puerta, pero no me imagino dándole las llaves, así que lo más probable es que yo la abrí. Igual la puerta del departamento.

De ahí lo siguiente que recuerdo es estar en la sala, contra la pared y él rodeándome, besándome a la fuerza, y ver en la mesa una botella de algo. Y luego otra vez se me va la memoria. Y lo siguiente que recuerdo, ya era de noche… mi cuarto tenía una ventana más o menos grande, con persianas. Las persianas estaban recogidas, habíamos llegado de día, como a las tres de la tarde… Y ahora, ya era de noche, yo estaba desnuda, teniendo relaciones con él… ya era de noche porque el cuarto ya estaba oscuro. Le dije que no quería, pero para articular las palabras me costó muchísimo. Y me volví a perder.

Desperté ya al siguiente día, yo estaba vestida; él estaba vestido, frente a la cama. Yo no entendía qué es lo que había pasado, no entendía nada, pero me incomodaba muchísimo que estuviera ahí. Lo único que se me ocurrió fue decirle que tenía que salir a pagar el internet, y tenía que ir a pagarlo, y ya los dos salimos del departamento… Me acompañó en ese camino. Yo trataba de entender qué había pasado.

En las farmacias que estaban a lo largo de Avenida Politécnico, él entró a una, compró una pastilla del día siguiente, me la entregó y me dijo:

–Acuérdate que no soy peligroso.

Y se fue. Y a mí, como que se me olvidó. Pero cuando me lo encontraba en la escuela y me saludaba, me desagradaba. No entendía por qué.



Denuncia es sororidad 

Bloqueo, disociación, mecanismo de defensa. Olvidar un evento traumático es algo más común de lo que se piensa. ¿Cómo es que regresa esta memoria, esta conciencia del hecho? Quizá por el valor infundido de otras mujeres, en este caso el de Libertad. “Quería denunciarlo, porque yo sentía que al seguir callando me convertía en su cómplice”, explica Valentina.

En febrero de 2017, y en medio de la efervescencia feminista de la UAM, Valentina escribió su testimonio, y sus compañeras lo publicaron de forma anónima en “Lxs Otrxs UAM-A”, una página de Facebook realizada por estudiantes feministas. Luego, cuando supo que todavía era posible denunciar, lo hizo ante las autoridades de la UAM y ante la Procuraduría capitalina.

En la universidad, solicitó por escrito que el caso se llevara ante el Comité de Faltas del Consejo Divisional de la licenciatura de su agresor, exigiendo que se analizara bajo un enfoque de género. El entonces rector de la UAM Azcapotzalco, le otorgó medidas de seguridad; pero no sirvieron demasiado. El agresor se paraba frente a su salón durante horas y se aseguraba que ella lo viera. Además, hubo quien se empeñó en disuadirla.

Por ejemplo, una profesora cercana al mejor amigo del agresor le pidió que pensara bien las cosas, dado que su denuncia también afectaría al propio novio de Valentina.

En el ministerio público, las cosas no fueron mejor. Ella levanto la denuncia el 6 de marzo de 2017, en el ministerio público más cercano a la UAM. Pero la agente que levantó la denuncia escribió en orden invertido los apellidos del agresor, y cuando Valentina se lo señaló se negó a corregir su error; además, al narrar los hechos, se cuestionó su testimonio por haber estado inconsciente: se le sugirió que ella se había emborrachado voluntariamente; también se le increpó por el tiempo transcurrido para hacer la denuncia. El trato no fue mejor en la fiscalía especializada por delitos sexuales centralizada, en el edificio conocido como búnker de la procuraduría capitalina.

La agredida se enfrentaba al sistema legal de la universidad y de la Ciudad de México, mientras, el presunto agresor fue contratado por la universidad como ayudante de investigación, y, una vez agremiado, empezó su carrera política al interior del sindicato de la UAM. ¿Qué puede implicar una denuncia penal y pública? Él iba en ascenso en su carrera política, y ella poco a poco se quebraba.

Así finalizó el semestre, y Valentina, por el acoso, el hostigamiento, dejó temporalmente la universidad. (Pero el hostigamiento no paró, y hasta la fecha Valentina no puede regresar a la escuela.)

Colapso

Así llegó septiembre de 2017, y con ello, el temblor más destructivo para la Ciudad de México, desde el fatídico 1985. Valentina, como muchos jóvenes más, salió a las calles a ayudar, a rescatar, a remover escombros. Conoció el cansancio extremo; la pérdida total. Vio la muerte cara a cara por primera vez. Mientras, el agresor, que ya estaba en plena carrera política en el sindicato de la UAM, fue portavoz de una planilla, y salió a cuadro en un video explicando lo que su facción realizaba debido al sismo.

Valentina vio el video. Ella se encontraba levantando escombros, y mientras él presumía logros. Ella sacando muertos y él hablando de solidaridad desde la pantalla. Valentina recuerda aquel tiempo de forma nebulosa, pero había algunas ideas persistentes: ¿por qué los niños del colegio Rebsámen, que eran inocentes, habían muerto? ¿Por qué morían buenas personas, mientras que había agresores, violadores y asesinos sueltos y vivos? Luego, la pregunta demoledora: ¿y si ella había ayudado a rescatar a alguien que también era un violador?

Confusión, desesperanza, impotencia, la violación, el terremoto. Sin escuela, señalada, estigmatizada. Y él impune. En aquel entonces cometió un intento de suicidio, tras lo cual fue internada en el Instituto Nacional de Siquiatría Ramón de la Fuente.

Una de las cosas que él alegó fue que Valentina dijo haber sido violada por llamar la atención, por “venganza”. “Yo veo lo que le cuesta a una mujer denunciar, explica Sayuri Herrera, abogada de Valentina. ¿Qué hago ella? Al contrario, el costo le ha sido altísimo, pero está determinada.



El escrache

Cuando Valentina salió del hospital, quiso dar seguimiento a su denuncia. Pero en la universidad le advirtieron no podían garantizar la confidencialidad de su testimonio o pruebas. Valentina tuvo que dejar sus estudios.

Un día, un grupo de estudiantes feministas se manifestaron en contra de la violencia machista al interior del campus. Mostraron públicamente las fotografías de quienes eran acusados por diversas estudiantes. Y ahí también, estaba la foto y la historia del agresor de Valentina. La profesora Rocío Santillán, quien apoyó diversos casos de violencia de género en el campus, se acercó a tomar una foto al tendedero de denuncias.

Entonces, el agresor de Valentina levantó una denuncia al interior de la universidad por discriminación en razón de “su ideología, en contra de Rocío Santillán y Valentina.

Actualmente el caso de Valentina ha sido expuesto por el Centro de Derechos Humanos Fr. Francisco de Vitoria, en las sesiones del grupo de trabajo para la activación de la alerta de violencia de género (AVG), su abogada, Sayuri Herrera, ha solicitado que la Procuraduría capitalina saque del archivo el caso. La procuraduría no llamó a declarar a diversos testigos presentados, ni dio seguimiento al acoso que el violador de Valentina ha perpetrado.