Sí hubo acoso. Pero no hubo sanción


Un estudiante de Ciencias Políticas fue denunciado por dos de sus compañeras. Las estudiantes solicitaron medidas preventivas que jamás fueron implementadas. Finalmente, él fue hallado responsable de acosar sexualmente a una de ellas y las autoridades universitarias le impusieron la pena de un año sin clases. El joven se amparó y  no tuvo consecuencia alguna.

10 de octubre de 2017

Texto: Lydiette Carrión y Celia Guerrero

Fotos: Fernanda Ruíz y Diana Esbrí

Azul y María son alumnas de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM Aunque cursan distintas carreras, se conocieron y hoy son amigas porque comparten algo en común: ambas denunciaron por acoso a otro alumno de la universidad, Sergio, sobrino de Fernando Pérez-Correa, exdirector de la facultad.

Azul, de 19 años, comienza por contar que conoció a Sergio en la carrera de sociología. Él era amigo de Ricardo, con quien Azul tuvo una relación. Los tres convivían en clases y fiestas, hasta que Sergio comenzó a acosarla.

El primer evento que Azul rememora en el que Sergio la violentó sexualmente fue el día de su cumpleaños. Ella narra que, en algún momento durante la fiesta, fueron a comprar cigarros en el carro de él. Cuando estuvieron solos, Sergio comenzó a tocarla y ella se paralizó. Él continuó hasta que Azul le pidió que parara. Dos semanas después volvió a suceder un episodio parecido en el departamento de Ricardo, en otra fiesta. Fue entonces que Azul decidió contarle a su pareja y a partir de entonces la relación entre los dos amigos se tensó.

Días después, al salir de una clase, Sergio acorraló a Azul dentro de las instalaciones de la facultad. Le reclamó haber contado a su amigo, Ricardo, lo que pasó y ella tuvo que aceptar que lo había hecho para que la dejara ir. A partir de entonces, Sergio comenzó a seguir a Azul dentro de los espacios de la universidad.

Azul denunció a Sergio por acoso en la unidad jurídica de la facultad en 2017. También habló con el profesor Gerardo Cruz Reyes, quien impartía una materia que compartía con Ricardo, buscando su apoyo.

“Yo lo único que le pedí fue ‘Ayúdenme a sentirme segura dentro y fuera del salón’. Lo único que me dijo fue ‘Tú sigue yendo a la clase, haz como si nada pasara, no le hagas caso, ¿Qué quieres que haga, que lo corra de la clase? Yo no puedo hacer eso’”, cuenta Azul.

Luego, un día, frente a todos los alumnos de la clase, Cruz Reyes comenzó a hablar de las denuncias en contra de Sergio, mencionó la de Azul y la de otra alumna de la carrera de Relaciones Internacionales, María. Esta última había publicado en Facebook una queja por la forma en que Cruz Reyes pretendía conciliar a su amiga, Azul, y a su acosador, Sergio: los juntó en equipo para investigar la violencia de género. El profesor dio a entender que suspendería la clase porque esas quejas ponían en peligro su trabajo y lo podían correr.

“La denuncia que metí en la unidad jurídica de la universidad siempre fue de la forma más privada que pude. Yo no quería que mi caso se supiera porque, en algún momento, yo me sentía culpable de todo lo que estaba pasando por el modo en que reaccioné. Decía, fue mi culpa porque yo me quedé paralizada, porque el cuerpo nunca me dio para defenderme, es mi culpa”.

A raíz de que el profesor exhibió su historia, Azul dejó de ir a la universidad.

“La mayoría de mis amigos lo apoyaban a él y apoyaban su versión. Dentro de las clases que tomábamos en la UNAM, él que estaba siendo apoyado era él y yo era la que tenía que huir de esos espacios. De repente la facultad se volvió un lugar terrorífico porque yo tenía que excluirme porque él ocupaba ese espacio”.


Protocolo: letra muerta


“Lo primero que sucedió fue la entrevista con una psicóloga. A ella le cuentas la situación con el mayor detalle posible”, narra Azul sobre su experiencia al presentar la queja por violencia de género en la UNAM.


Esta psicóloga determina si la víctima debe ser canalizada para recibir atención terapéutica, un servicio que presta la misma universidad, en la Facultad de Psicología. Azul considera que el servicio de psicoterapia de la UNAM no fue de ayuda, al contrario, fue revictimizante y sin perspectiva de género.

En esa misma visita, a Azul le asignaron una segunda cita con una abogada que sucedió semanas más tarde. Mientras esperaba el día, comenzó a redactar el acta de lo que quería denunciar. Como anexos incluyó pruebas como capturas de pantalla y mensajes de voz, pero al redactar el acta final hubo circunstancias que la abogada omitió, argumentando que eso no era demostrable y no lo podía incluir.

Al finalizar, la abogada le explicó que en cuatro semanas enviarían el documento a la dirección de la facultad y darían aviso al denunciado.

Si la denuncia es presentada en la facultad (y no en la oficina de la abogada general) es la dirección de la facultad en donde se presenta la queja la que decide si ésta permanece en el jurídico o si la envían al Tribunal Universitario. “El criterio de cómo la dirección de la facultad decide esto nadie lo sabe. Ni ellos cuando te lo intentan explicar”, comenta María.

Una vez que la víctima presenta su queja, el Protocolo de Actuación en Caso de Violencia de Género de la UNAM estipula una serie de medidas urgentes de protección, que en el caso de Azul pudieron ser desde el cambio de grupo del acusado, hasta su suspensión: precisamente la protección que ella pidió a su profesor.

Pero no fue así y, aún después de que Sergio fue notificado de la denuncia, él y Azul continuaron tomando clases juntos.

“Me quedé esperando un semestre entero a que él dejara de venir a las clases en las que yo estaba”, dice Azul para explicar que el protocolo en teoría es muy bueno, pero en la práctica es como si no existiera porque no lo aplican.

La excusa que Horacio Hernández Santiago, titular de la oficina jurídica de la facultad, le dio a Azul fue que no pudieron cambiar los horarios. Lo más absurdo, considera Azul, es que el mismo abogado funja de representante tanto del denunciante como del denunciado ante el tribunal universitario.

 

Un mismo acosador


A través de una amiga Azul conoció a una segunda víctima de Sergio dispuesta a denunciarlo también, María.

“Yo al principio no quería denunciar porque me sentía culpable sobre lo que había pasado, pero cuando llegan a mí exparejas de este chico y amigas de otras carreras que habían sido violentadas por este mismo sujeto en ocasiones distintas, dije ‘no soy la primera pero sí quiero ser la última”.

En el verano de 2017, María conoció a Sergio a través de un amigo. No estudiaban la misma carrera, pero sí pertenecían a la misma facultad. Desde el principio él se mostró interesado sexualmente en ella. En una ocasión la besó, aun cuando ella le pidió que no lo hiciera y tuvo que irse del bar en donde estaban. Afuera del lugar, él continuó insistiendo. Días más tarde, en una fiesta en la que coincidieron por invitación de sus amigos, Sergio le tocó las piernas por debajo de la mesa y le dijo que sabía que ella no quería, pero él sí.

“El vato me dijo ‘yo sé que si un día estás drogada o ebria voy a poder hacerlo’”, cuenta María.

En la última ocasión que María habló con Sergio él le dijo que como hablaba mucho de sexo había entendido que ella quería tener relaciones sexuales con él.

Meses después de las agresiones, María comenzó a entender que no habían sido su culpa y conoció a Azul. Así decidió presentar su queja en la UNAM.

Ambos casos, tanto el de Azul como el de María, los revisó el Tribunal Universitario.

“Básicamente te desnudas frente a esta gente porque te comienzan a cuestionar y a pedir detalles”, cuenta María sobre su experiencia al presentar la queja en la oficina jurídica. Coincide con Azul al señalar que hubo detalles que la abogada no incluyó en su denuncia porque no tenía fotos para comprobarlos.

María considera que durante todo el proceso de denuncia hay una constante revictimización y quienes reciben las denuncias normalizan la violencia. Cuenta que después de presentar la queja tuvo días en los que se encontraba a Sergio en la facultad y le daban ataques de ansiedad.

“La respuesta de la oficina del abogado fue ¿cuándo puedes venir para que te canalicemos a apoyo psicológico? Y yo les dije: no quiero tu terapia, quiero que lo saques de mi espacio”. Pero su solicitud no era posible porque, argumentaron, no podían violar su derecho a la educación.

Quien sí perdió un semestre fue ella. Dejó de ir a clases porque tenía miedo a que Sergio la agrediera. Al momento de la entrevista, aún consideraba darse de baja temporalmente.


Culpable. Por favor siga estudiando

El 22 de enero de 2018 fue la primera audiencia para el caso y tres meses más tarde les avisaron los resultados. La denuncia de María no fue aceptada, la de Azul tuvo como sanción la suspensión de un año para Sergio.

Sin embargo, Sergio acudió a un juez de distrito para tramitar un amparo contra la resolución de la universidad. Alegó que violentaba su derecho a la educación. Esto le permitió continuar asistiendo a la universidad.

Él jamás dejó de estudiar, a pesar de habérsele hallado responsable por las autoridades de la UNAM. Ellas, en cambio, tuvieron que dejar la escuela debido a la presión que significó denunciar.

“Nada de lo que hice en algún momento funcionó”, lamenta Azul.

“Estoy muy enojada y quiero que la gente vea lo que sucede cuando nos acosan porque a nosotras nos toca toda la mierda y ellos pueden seguir en su vida normal”, agrega María.

Ambas aseguran que hay otras alumnas que han sufrido situaciones de violencia mucho más graves por parte de Sergio. María dice que con su publicación en Facebook varias mujeres le escribieron para contarle que ellas también habían sido atacadas por él. Sin embargo, no quieren denunciar porque con sus casos ya demostraron que el protocolo no funciona.

“Haces todo lo que te dice lo que la unidad jurídica y al fin y al cabo, o no pasa nada o el tipo puede conseguir un amparo y seguir yendo a la universidad como si nada hubiera pasado. Es tan tardado y no se aplica de la forma como se debería aplicar que las chavas dicen ‘mejor hacer un escrache…’ Es lo único que queda’”, opina Azul sobre uno de los actos de denuncia más recientes, sucedido en la facultad.