29 de junio de 2016
Matar o morir
“Cuando estás en un enfrentamiento sudas, entras en un shock de ¿qué va a pasar? ¿voy a morir aquí? Algunos compañeros los ves llorando, otros repeliendo, otros defendiéndose, otros diciendo ‘órale, cabrón, ¿piensas morir aquí?’ En tu cabeza solo pasa si vas a morir o no. En ese momento, un segundo, unos segundos, te acuerdas de que tienes familia y pones en juego todo lo que tienes y como todos, de que lloren en tu casa, pues que lloren en la de él, lamentablemente”.
Habla Javier. El nombre con que será identificado este soldado de 27 años que ingresó a las fuerzas armadas apenas cumplió la mayoría de edad. Javier no quería portar uniforme militar, quería ser arquitecto pero logró terminar los estudios de la preparatoria. La urgencia de mantener a la familia lo llevó a buscar espacio en el Ejército.
“Nunca tuve en mi vida un sueño… Nunca me sentí comprometido aquí, era un trabajo más. Antes había trabajado en el comercio, con mi familia. En algún momento, ya adentro, tuve expectativa de ser soldado, estudiar aquí y tener una carrera… Yo no me metí aquí para morir ni para matar, yo me metí aquí para superarme, para ser un orgullo a la familia… Y mira….”, lamenta. Javier enfrenta un proceso penal por un homicidio cometido por su convoy durante un patrullaje en Tamaulipas.
Aquí se presentan testimonios de soldados entrevistados que, como Javier, participaron en acciones contra la delincuencia organizada y se vieron involucrados en homicidios. Los testimonios reflejan la forma en que ellos dicen combatir el crimen: las órdenes, la presión, las emociones, las dudas, las ganas de vengar la muerte de sus compañeros. ¿En qué condiciones sale a la calle un soldado?
José ingresó a las fuerzas armadas en 2003, cuando tenía 18 años. Como varios de sus compañeros, ser soldado, dice, le daba la posibilidad de tener un ingreso fijo y de salir de su hogar. José creció en una familia con problemas, el padre abandonó a la madre desde que él era niño y no tuvo otra opción que trabajar, por lo que dejó los estudios cuando iba en la primaria. En el año 2007 salió de las fuerzas armadas para convertirse en Policía Federal pues el ingreso como soldado, menor a dos mil pesos quincenales, no alcanzaba para mantener a su propia familia, además de que quería un mejor status social.
“Nos decían van a salir a patrullar, van a salir, quiero chamba, quiero que metan resultados, la pinche delincuencia debe quedar erradicada”.
“Ellos nos decían ‘jóvenes, van a salir a patrullar, van a salir, quiero chamba, quiero que metan resultados, la pinche delincuencia debe quedar erradicada, los sicarios, los traidores a la patria, todos esos pinches militares que ya no están con nosotros y que están en el otro bando deben ser erradicados. Ellos a ustedes no se la van a perdonar (…) Erradiquen jóvenes, erradiquen a todos los pinches traidores de la patria’. Entonces tu salías con esa imagen, pinche sicario pa´abajo”.
Lo que José relata sucedió en 2005, cuando salía a patrullar las calles de Nuevo Laredo, Tamaulipas, donde estuvo destacamentado durante un año y 15 días. Entonces esa era la ciudad más violenta del país con un récord de 250 asesinatos por año. Entonces, la llamada “guerra contra el narco” no había sido declarada, pero los soldados ya patrullaban en las calles de esta ciudad y estaban al frente de operativos policiales. Él explica que la palabra “traidores” era la forma de nombrar a los ex militares que dejaron las filas de las fuerzas armadas para sumarse al grupo de los zetas.
“El mando se aprovecha de que tú como elemento andas en la calle, de que si te tumbaron a un compañero ya tienes rencor en contra del crimen. Entonces el mando te dice ‘no hay pedo, mátenlos, que no quede nada vivo, ustedes mátenlos, yo los pago’, porque haciendo memoria en el Ejército sí me tocó recibir esa orden, que no queden vivos, los muertos no hablan. Esa era la norma número uno, los muertos no hablan, los muertos no declaran. Esa es la uno. Ah pero cuando ya todo sale mal, que se chinguen las escalas básicas, que se chingue la tropa. El mando se lava las manos”, agrega José.
Otro soldado, que será identificado como Ramiro, de 31 años de edad y que ingresó a los 18 años a las fuerzas armadas, relata aquella ocasión en que su convoy fue enviado a patrullar las calles de Nuevo León de rutina y terminaron en un “enfrentamiento”. Esa noche, antes de salir, recuerda, el capitán al mando les dio “luz verde” para “accionar”.
“Luz verde significa que te dan la libertad de hacer lo que tú quieras, sin pedir permiso o autorización. Por ejemplo por reglamento las camionetas de los soldados (cuando van en convoy) no se pueden separar, con luz verde, se pueden separar; si ves a un sospechoso se puede revisar y disparar antes de que ellos disparen porque un hombre armado es un peligro para el soldado”, dice Ramiro.
Ramiro es del estado de Oaxaca y se hizo soldado por urgencia. Su mamá lo había corrido de la casa y necesitaba encontrar un trabajo, una salida; a los tres días se fue a registrar a las fuerzas armadas.
“Ahí uno usa el criterio, tienes familia, mejor que lloren allá a que lloren en mi casa”.
“(Estar en un enfrentamiento) es pura adrenalina. Por los muertos muchas veces dices no, no quiero venganza, pero sí que pagaran lo que hicieron. Los narcos ejecutaban civiles, te tocaba ver a familias llorando por sus hijos ejecutados. La mamá de un chavo llorando, por ejemplo, nos decía ‘haga algo, haga algo, búsquelos y hágalos pagar’. Muchas veces, por qué les voy a decir que no, había veces y golpeábamos al narco. Por ejemplo, en una esquina está un tirador (vendedor de droga). Para que tengas información es necesario golpear a una persona y así te da los puntos (de venta) y así era cómo obteníamos información y los resultados ahí estaban, agarrábamos gente con armas”, explica Ramiro.
Cuando había heridos en un enfrentamiento, relata el soldado Ramiro, el mando les decía que era mejor matarlos. “A veces detenerlo es más complicado porque lo tienes que llevar al hospital, a veces el mando nos decía que para evitarse trámites, pues mejor tirarle (…) Así lo manejaban, porque también si lo pones a disposición, te conoce porque te careas con él, sale y busca su desquite. A dos o tres compañeros los mataron porque se carearon con personas y pagaron un dinero y salieron libres y buscaron venganza. El mando se dio cuenta de esto y tomó una medida interna: si había forma de no carearse con tal delincuente, pues mejor no hacerlo, el oficial lo decía. Muchas veces ya las palabras u órdenes salen sobrando porque el soldado se da cuenta de la situación que vive. Ahí uno usa el criterio, tienes familia, mejor que lloren allá a que lloren en mi casa. En una situación de riesgo, con tu vida en peligro, es lógico, si tengo con qué defenderme claro que lo voy a hacer, más si son personas que hacen mal a la población”.
“La extrema violencia en Nuevo León era el pan de todos los días. Ya no era novedad que hubiera muertos, todos los días te topas a los malos. El uso extremo de la fuerza se volvió cotidiano porque era lo que hacíamos normal, ellos muchas veces nos madrugaban, ya no había reglas ni de uno ni de otro bando”, dice Ramiro.
Israel es un soldado más que entrevistó este equipo de reporteros. Él ingresó a las fuerzas armadas a los 18 años y fue destacamentado en Nuevo León. Recuerda el recibimiento que tuvo por parte de su mando.
“El general nos recibió en el batallón y nos reunió con un equipo de audio, éramos como 200”. El soldado se refiere a la bienvenida como parte del Operativo Conjunto Tamaulipas-Nuevo León, lanzado durante el Gobierno de Felipe Calderón que como parte de la estrategia gubernamental contra el crimen consistía en enviar fuerzas federales a los estados con altos niveles de violencia, casi siempre con la consecuencia de disparar más aún los índices de muerte. “Nos dijo ‘cuídense mucho, ya saben que hay que trabajar conforme a derecho, pero si ven camionetas con vidrios polarizados en la noche, son malandros’…”.
Israel reflexiona sobre la guerra contra las drogas lanzada por Felipe Calderón en el 2006, que es vigente en el sexenio de Enrique Peña Nieto.
“Pensábamos, ‘si esto es una guerra, desgraciadamente va a haber muertos’. Desde que dices guerra, sabes que va a haber muertos. Realmente era algo verdadero, nunca he visto una guerra donde no haya muertos. Y pues eso era, tener mucho cuidado porque no disparas a un enemigo, disparas a tu paisano. Para mí no es un enemigo, aunque esté armado. Yo no veo a nadie como un enemigo, jamás”.
-¿Cómo se explica que muera gente en un enfrentamiento?
-Por la ignorancia, el poco adiestramiento. Mucha gente se mete al ejército por la cartilla y se queda por la tortilla. Hay gente que ni leer sabe, desde ahí empieza la mala, en el reclutamiento. Dentro de la institución, te haces la idea y aceptas de que va haber fallecidos.
-Después de un enfrentamiento ¿llegaban a sembrar cosas?
-Agarrábamos a un delincuente y por ponerlos a disposición me tocó ver que a unos individuos iban bien drogados, llevaban armas, traían poca droga y les pusimos a disposición, les pusimos un poco más de droga. No sé de dónde la sacaban o si ya la llevaban en la camioneta.
“Pensábamos, ‘si esto es una guerra, desgraciadamente va a haber muertos’. Nunca he visto una guerra donde no haya muertos”.
Maureen Meyer, directora del programa para México de WOLA, considera que hay varias razones para explicar las ejecuciones extrajudiciales.
Por ejemplo, durante el sexenio de Felipe Calderón fue común el asesinato al no detenerse en un retén, o en ataques a la población civil, “en estos casos tiene que ver con la capacitación militar, con una lógica de usa de la fuerza masiva”. En otros casos, como el de Tlatlaya, lo que explica la ejecución extrajudicial es la orden o la interpretación de una orden. La especialista en derechos humanos critica que en México la investigación de las ejecuciones no avanza en la cadena de mandos.
“Si hay una investigación de un soldado responsable, se queda en el soldado implicado. Hay que investigar la cadena de mando, la disciplina militar, preocupa porque es dejar toda la responsabilidad al soldado y no a sus superiores que podrían estar emitiendo órdenes ilegales o simplemente permitiéndolas”, dice.
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Este reportaje fue realizado como parte de la Beca Mike O’Connor, del International Center for Journalists (ICFJ) y de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación en las Américas, que ICFJ tiene en alianza con Connectas.
“Este trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de Periodistas de a Pie. Conoce más del proyecto aquí: http://www.piedepagina.mx".