Texto: Daniela Rea
18 de Diciembre de 2016
El incontenible éxodo centroamericano
La migración centroamericana a Estados Unidos ha sido impulsada por pobreza y violencia. Pero al mismo tiempo, ha detonado redes de apoyo a lo largo del territorio mexicano y ha fortalecido cada vez más la organización de los migrantes por sus derechos.
Durante las décadas de los 70 y 80 los conflictos internos en Centroamérica motivaron un éxodo de ciudadanos a México y Estados Unidos. Casi todos provenían de Guatemala y se instalaron en la frontera sur, en campamentos ubicados a unos kilómetros de la frontera.
El cese de esos conflictos trajo un remanso en el desplazamiento de personas que duraría hasta el inicio del nuevo siglo, cuando comenzó un nuevo éxodo motivado por la pobreza, la devastación por desastres naturales y la reunificación familiar. Este nuevo periodo de la migración centroamericana podría enmarcarse entre el año 2000 y el 2014.
Después, a partir del año 2010 aproximadamente, a esas causas se agregaría la violencia sanguinaria de las pandillas en Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Honduras, que tiene en jaque no sólo a jóvenes integrantes de esos grupos, sino a quienes niegan pertenecer a ellos, a quienes intentan proteger las comunidades de la violencia y a sus familias. Las personas ya no migran por encontrar oportunidades de trabajo, sino para salvar su vida, sería el testimonio unificado de cientos de migrantes a lo largo del camino.
Estadísticas publicadas en el informe Migración centroamericana en tránsito por México hacia Estados Unidos: diagnósticos y recomendaciones, muestran cómo a partir de que comienza el éxodo, un aproximado de 250 mil ciudadanos por año cruzaban la frontera sur de México. Para el año 2005 alcanzó su punto máximo con 400 mil migrantes cruzando el país.
Durante este periodo de tres lustros, como indican las estadísticas, la migración no se mantuvo estable, sino que fue alterada por distintas razones. Una de ellas fue la crisis económica de Estados Unidos del año 2009 que disminuyó la demanda de mano de obra.
La violencia de autoridades mexicanas y grupos del crimen organizado que vieron en los migrantes una mercancía con la cual lucrar, también mermó ese ritmo migratorio e influyeron en trazar la ruta a partir del control del territorio con secuestros, extorsiones y asesinatos.
En agosto del 2010 72 personas migrantes fueron asesinadas por integrantes del crimen organizado en colusión con autoridades mexicanas. Oficialmente los mataron por no querer incorporarse al as filas del crimen organizado, pero la verdad sobre ese crimen aún se desconoce. Un año después, el horror volvió a brotar en la región cuando 43 fosas clandestinas fueron encontradas en el mismo pueblo fronterizo con casi 200 cadáveres, muchos de los cuales se cree son de migrantes centroamericanos y mexicanos.
Estos crímenes fueron los más sangrientos y evidentes de una violencia que se había dado de manera silenciosa y sistemática a lo largo de la ruta migratoria al menos desde el año 2002, cuando se supo que un migrante hondureño fue asesinado en Saltillo a pedradas por policías. La violencia se habría desbordado al grado de que en el año 2007 y 2008 la Comisión Nacional de Derechos Humanos se vio obligada a contabilizar el secuestro de migrantes con fines de extorsión. El ombudsman documentó que, en promedio, 20,000 personas son plagiadas al año con este propósito.
La violencia que sufrieron los migrantes redujo temporalmente el flujo, pero no lo frenó. En todo caso, motivó el aumento del costo económico del cruce y movió la ruta de manera temporal. De ser la ruta Golfo-Tamaulipas la más utilizada por ser la más corta, se trazaron otros caminos por el centro del País (Guanajuato, Querétaro, Estados de México) y el Pacífico (Jalisco y Nayarit).
Este periodo del éxodo centroamericano no sólo está hecho del horror. La lucha de los migrantes y sus defensores lograron la reforma a la Ley de Migración en el año 2011 que, al menos en el papel, dejó de criminalizar la migración indocumentada y reconoció su derechos; motivó el surgimiento de albergues y redes de apoyo ciudadanos para los caminantes a lo largo del país y empujó un proceso organizativo de los mismos migrantes que se traduciría en caravanas de madres buscando a sus hijos desaparecidos en México y de migrantes exigiendo un cruce libre y seguro.
Este periodo terminaría en el año 2014 cuando la migración de infantes no acompañados y de familias enteras, obligó a Estados Unidos y a México a blindar las fronteras con el llamado Programa Frontera Sur.