En la Ciudad de México,
cada día de los últimos 3 años, 1.6 mujeres denunciaron haber
sufrido violación sexual. Todas las delegaciones, desde las más
precarias y las más inseguras, hasta las más privilegiadas, son
un espacio de riesgo. La violencia de género no es (solo) un
problema de casa
La Ciudad de
México encabeza la lista de las entidades peligrosas para las
mujeres en el país: en una mirada panorámica la violencia
total que las mujeres de la capital sufren a lo largo de la vida
llega hasta el 79.8 por ciento, según Encuesta Nacional sobre
la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh 2016).
¿Por qué en una ciudad cosmopolita,
que desde hace años ha establecido políticas de género y que tiene
legislaciones avanzadas, las mujeres somos violadas, torturadas, y
vivimos años de violencia doméstica? ¿Qué pasa cuándo intentamos
denunciar? ¿Cómo nos atienden cuándo acudimos a un centro contra la
violencia de género? ¿Por qué, en la ciudad con los indicadores
educativos más altos del país, desde que nacemos sufrimos violencias
múltiples en la escuela, en la universidad, en el trabajo? ¿Por qué
los espacios que cruzamos son violentos? ¿Por qué ninguna forma de
“empoderamiento” parece ser suficiente para evitar que las calles
nos rechacen cada vez con más brutalidad? ¿Qué ha hecho la autoridad
para advertir las amenazas y proteger nuestras vidas? ¿Hay un lugar
verdaderamente seguro? ¿Nuestra casa, nuestra delegación?
Para esta primera entrega de la
investigación, elegimos mirar la violencia sexual, el acto más
extremo de expropiación de un cuerpo vivo. El paso antes del
feminicidio.
Entre enero de 2015 y octubre de 2017,
mil 585 mujeres denunciaron haber sufrido violación sexual en la
Ciudad de México, según los datos proporcionados por la Procuraduría
General de Justicia. Esto significa que, al menos, una mujer fue
violada en esta metrópoli cada día de los últimos tres años.
En ese mismo lapso, otras 5 mil 47
mujeres presentaron denuncias por abuso sexual. De acuerdo con la
legislación vigente, se considera violación sexual cuando hay
penetración con pene, pero cuando hay penetración con cualquier otro
objeto, se considera abuso sexual. Este tipo de definición de abuso
sexual incluye cualquier forma de agresión con o sin contacto
físico, es decir, pone bajo el mismo paraguas muchas violencias sin
diferenciarlas, por ejemplo, acoso u agresión sexual grave.
Y muy probablemente la cifra sea
mayor, pues estos datos son las denuncias ante la Procuraduría
General de Justicia, pedidos por medio de la ley de transparencia.
Con la información que nos entregaron tampoco podemos saber si esas
agresiones fueron acompañadas de amenazas o golpes. Sabemos que, en
ese mismo periodo, 43 mil 462 personas denunciaron amenazas,
lesiones y estupro, pero no podemos saber cuántas de esas son
mujeres, porque la PGJ incumple la obligación que le da la Ley de
Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, de desagregar
los datos por género.
Una cartografía en CDMX
La forma en que se violenta en la
Ciudad de México lanza escenarios preocupantes, pues el uso de arma
de fuego ha ido al alza en los asesinatos y agresiones contra
mujeres y hombres. En el 2015, por ejemplo, 54 por ciento de
los homicidios registrados en la capital del país ocurrió con este
tipo de arma; para 2017, la cifra aumentó a 68 por ciento, según
datos de la PGJ. En el caso de las lesiones dolosas, las provocadas
por armas de fuego pasaron de 20 a 26 por ciento en esos mismos
años.
El Centro de Atención a Víctimas de
Delitos de la Procuraduría capitalina no tiene información
desglosada por tipo de violencia, pero registró 10 mil 143
dictámenes psicológicos victimales entre 2015 y 2017. Estos datos
corroboran la cifra de la Encuesta de Victimización y Percepción de
Inseguridad del INEGI: en la Ciudad de México se denuncian solo uno
de cada diez delitos.
En las mismas fechas, el Centro de
Terapia de apoyo a víctimas de delitos sexuales, también de la
Procuraduría, registró: 3 mil 256 documentos periciales de mujeres
víctimas de violencia sexual. Un dato importante es que apenas una
tercera parte (mil 82 casos), llegó a tener un informe
psicojurídico, que es una prueba clave por el procedimiento de las
denuncias.
La violencia sexual es la más difícil
de medir porque existen datos de cuántas mujeres denuncian, pero no
de cuántas mujeres atiende el sistema de salud o los centros de
atención integral a las víctimas de violencia.
En el desagregado por años, la
violación sexual permea todos los territorios y las temporalidades.
En esta nueva cartografía de la
violencia en la Ciudad de México, donde las formas de agresión se
recrudecen, encontramos que no hay territorio que sea seguro para
nosotras. Todas las delegaciones, desde las consideradas más
precarias e inseguras hasta las más privilegiadas, son un espacio de
riesgo.
Si hacemos un el cruce de la violencia
contra las mujeres y el nivel de inseguridad de cada delegación,
encontramos que las que tuvieron menos homicidios dolosos en el
periodo 2015-2017, concentran el 6 por ciento de las violaciones
sexuales, Cuajimalpa, Magdalena Contreras y Milpa Alta. En tanto,
Iztapalapa, Cuauhtémoc y Gustavo A. Madero, que tuvieron el mayor
número de homicidios dolosos entre 2015 y 2017, concentraron el 41
por ciento.
Pero si hacemos el cruce de la
violencia contra las mujeres en relación con el nivel
socioeconómico de las delegaciones, tampoco ninguna zona se
salva.
Benito Juárez, Miguel Hidalgo y
Coyoacán, las tres delegaciones con el mayor Índice de
Desarrollo Humano (IDH), concentran el 15.6 por ciento de las
denuncias de violación sexual entre 2015 y 2017. Mientras que
las delegaciones con el menor IDH, Iztapalapa, Tláhuac y Milpa
Alta, suman el 25.4 de las denuncias ante la PGJ.
Sin diagnóstico de las
(muchas) violencias
En CDMX falta un diagnóstico que
dibuje la complejidad de las violencias deferentes que las
mujeres viven en cada delegación.
Julia Pérez Cervera, directora
de la organización Vereda Themis, que atiende a mujeres
víctimas de violencia, considera que aquellas de nivel
socioeconómico más alto se atreven menos a denunciar porque el
entorno es más castigador.
“Viven como viven y todavía se
quejan, es lo que suelen decirles. Además, en estos entornos
las familias normalmente son un freno para que estas mujeres
no denuncien para no perder el status. Los hombres tienen
poder de controlar, vigilar y comprar a los abogados en
procesos legales, hemos tenido mujeres que vienen con guaruras
que les puso el esposo para vigilarlas”, dice.
Los testimonios recogidos en
distintas delegaciones nos hablan de distintas violencias.
Caminamos, por ejemplo, con Beatriz, una ama de casa de 50
años que desde hace 17 vive en la delegación Benito Juárez:
“En esta delegación la violencia es silenciosa. No sabemos de
casos de feminicidio. Sí hay violencia, pero se oculta mucho,
se guarda en casa. Muchos hombres tienen problemas de
alcoholismo. En este barrio las mujeres no denuncian la
violencia doméstica justo por su nivel socio económico
medio-alto. Porque piensan: ‘¿y qué van a decir de mí?... que
me maltratan, que me compran un carro y no digo nada. ¿Cómo
puede pasar eso en mi clase social?’”
En Venustiano Carranza muchas
mujeres sufren violencia comunitaria por el entramado de
sicarios que controlan sus colonias. “Todo gira en torno a la
Merced, pero seguimos sufriendo en las casas mucha violencia
de pareja”, dice Isabel, de 40 años, quien trabaja como
vendedora ambulante.
En Álvaro Obregón la situación
parece similar: “Siguen pensando que te la buscaste… o que si
te violaron en tu comunidad no puedes tener un novio, no
salimos solas en determinadas horas, y en las casas muchas
vivimos violencia familiar, pero no lo decimos. ¿A quién?”,
dice Silvia, trabajadora doméstica. “Muchas sufrimos acoso por
la calle y hay compañeras que fueron violadas y no lo
denuncian”, afirma Ana, ama de casa.
En Tláhuac, muchas mujeres
laboran como trabajadoras domésticas en zonas lejanas de sus
barrios. “Podemos testimoniar cuánto aumentó la violencia en
el transporte público. Sin pensar que cuando volvemos a casa,
el barrio es cada vez más inseguro por el incremento del
narco”, dice Alicia, una veinteañera.
En Miguel Hidalgo la violencia
familiar se cruza con el acoso callejero, mientras que en
Gustavo A. Madero y Coyoacán las mujeres afirman tener más
miedo de la violencia sexual porque está incrementando.
Todo se mezcla: vergüenza,
miedo, sentimiento de culpa, no tener la posibilidad de estar
atendidas en los centros de salud o en el sistema de
procuración de justicia sin ser re victimizadas.
En Azcapotzalco, las mujeres
viven bajo el fuego cruzado de la violencia sexual y del
abuso, en particular las adolescentes, nos dicen madres de
esta zona. Azcapotzalco es una de las delegaciones más
peligrosas de la ciudad, pero solo hay una denuncia entre 2015
y 2017 por violencia de género, aunque la Procuraduría no
especifica a qué tipo de “violencia de género” de refiere; en
cambio, el Centro de Justicia para las mujeres en esta
delegación, que depende también de la Procuraduría, registra
884 denuncias por violencia familiar en el mismo periodo.
¿Qué les ayudaría a sentirse más
seguras?
“Sobre todo más posibilidad de
tomar talleres gratuitos sobre violencia de género, derechos.
Siento que nosotras estamos evolucionando, mientras que ellos
–los hombres- sigue siendo cavernícolas, porque nunca se
cuestionaron. El agresor nunca se cuestiona”, dice Beatriz, la
ama de casa de Benito Juárez.
No es (solo) un
problema de pareja
Las mujeres que sufren
violencia doméstica afirman que la violación en una relación
de pareja no está reconocida como delito. El marido, el
novio, el esposo siguen ejerciendo el derecho de propiedad
del cuerpo de la mujer, de su mujer.
Cada acto violento nunca es el
producto inconsciente de un momento de locura. Cada acto
violento no es instintivo. No sería posible que un acto
violento se replicara, sin la permisividad social e
institucional que lo sostiene.
Julia Pérez Cervera refiere
que si bien la mayoría de las mujeres que llegan a solicitar
apoyo legal son por problemas de violencia familiar –la
sexual incluida-, éste no es un problema de casa, de pareja,
lo que violenta o mata mujeres.
“La violencia familiar no se
la inventó tu abuelo ni tu padre, sino que se la inventa un
sistema que le dice a los señores tú tienes acceso a la
economía, tú tienes derecho a poner orden en tu familia, tú
puedes salir cuando quieras. Esta violencia ocurre en la
casa, en el transporte, en el mercado, en la escuela… ocurre
porque la violencia es una herramienta del sistema para
reproducirse”.