CAVI: cuando se minimiza la violencia

 

En dos diferentes días visitamos las instalaciones del CAVI para mirar cómo son atendidas las vícitmas de violencia en este espacio de supuesto cuidado. La atención fue sin un protocolo claro y se minimizó la denuncia. Esto es la crónica de lo que nos tocó vivir.

El espacio para cuidar a las mujeres que sufrimos violencia es una oficina dentro de lo que se conoce como el “búnker”. El búnker es el edificio central de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, donde conviven judiciales, peritos, ministerios públicos, abogados y víctimas de todo tipo de delito. Lo primero que vemos al llegar a este lugar son hombres con armas.

Las oficinas del Centro de Apoyo a la Violencia Intrafamiliar (CAVI) son cubículos en el laberíntico entramado burocrático de la procuraduría. En la primera visita, fue una de nosotras.

-Identificación oficial.

–No tengo–, respondo.

–Por esta única vez puede pasar así, señora. Pero en las veces subsecuentes, deberá presentar una identificación oficial o el documento que acredite que se encuentra en trámite.

(Este detalle es un primer obstáculo para acceder al servicio, pues la mayoría de las veces que las mujeres escapamos para salvar la vida, salimos sin documentos y sólo con la ropa que llevamos puesta. ¿Este derecho tendría que estar limitado a tener identificación? ¿Cómo tramitar un documento si no tengo la fuerza emocional y física para enfrentarme, además, a la burocracia? ¿Si no tengo dinero ni tiempo?)

Ingreso, y tras seguir los letreros improvisados que señalan la ubicación del CAVI, llego a mi destino: un recepción, también improvisada, en un cubículo estrecho, iluminado con luz artificial. Hay una hilera de tres sillas, todas ocupadas.

Una funcionaria joven y amable, de nuevo me pide una identificación. “No tengo”, repito. Y otra vez contestan que por esta única vez me harán pasar así.

Espero no más de 5 minutos. Quizá por ser martes, quizá por tener suerte. Quizá así es la primera vez. Me asignan una abogada, una mujer de unos 45, 50 años, amable, muy amable, que pide un relato de los hechos.

Después de escuchar una historia de maltrato sicológico y económico con hijo de por medio, la abogada me dice que me darán dos oficios: uno para que la Defensoría Pública me asista en los trámites de demanda para la guardia y custodia del hijo así como la pensión alimenticia; otro dirigido a la fiscalía desconocentrada de Coyoacán (ahí se encuentra mi domicilio falso) para que me asistan en levantar una denuncia contra mi concubino, porque “refiero” ser “agredida” por él, me empujó y no me da dinero. Le digo a la abogada que tuve un intento de suicidio. Me encuentro mal. Tengo miedo de que me quite a mi hijo. Es por la presión a la que te sometió, me dice.

(Parece que la abogada parte del supuesto de que como mujer, siempre estoy deprimida y no puedo reconocer la situación de peligro que estoy viviendo. ¿Por qué no me pregunta sobre las violencias que estoy viviendo? ¿Tendría que indagar hasta qué punto yo y mi hijo estamos en peligro? Solo me preguntan datos personales: nombre, profesión, esoclaridad, domicilio. Con eso llenan un oficio del que no puedo tener copia. Yo le tomo una fotografía con mi celular).

(Vuelvo al intento de suicidio y pienso que en este caso el suicidio no es una decisión personal, es una situación de extrema violencia creada y reproducida por el agresor. Y además no desmostrable y no registrada como feminicidio. Recuerdo para mi, el caso de una joven en Ecatepec que fue violada y ella se suicida porque se siente “sucia” para su novio).

Pregunto si puedo optar por no levantar cargos contra él por violencia. La abogada me dice que sí. Se hará lo que yo decida, pero de forma sutil me advierte que luego, por no demandar, la violencia escala. Le pregunto si hay muchas mujeres como yo:

–Tan sólo esta semana tú eres el caso 233.

Es decir, entre el lunes y el martes de una semana de febrero de 2018, se han acercado 233 mujeres solicitando ayuda y orientación por violencia intrafamiliar.

–¿Y la ayuda sicológica?,– pregunto.

–Claro, puedes tomarla, pero mejor después.

Insisto, ¿por qué después? Ella me explica que sí, que me pueden asignar un grupo de terapia sicológica, con un horario que me acomode, pero que en muchas ocasiones, la mujer “se relaja” emocionalmente. Y cuando vienen los juicios y los peritajes, se determina que no hubo violencia de parte de él hacia ella. Las psicólogas que atienden en el CAVI no coadyuvarán en los procesos legales, la asistencia sicológica inmediata, de emergencia, no servirá como prueba en el proceso.

Es decir, una mujer que tuvo un intento de suicidio no recibirá ayuda sicológica inmediata en el CAVI, por estrategia legal.

(¿Por qué debo posponer la atención emocional si yo necesito y decidí estar bien? ¿No quedaría acaso un registro de esta violencia que sufrí para hacerla valer en el juicio? ¿Por qué me tengo que presentar al juicio como mujer que llora y sufre y no como mujer que identifica y reclama el derecho a vivir sin violencia?).

Insisto en la asistencia sicológica. Entonces la abogada me da la razón “claro, puedes tener ayuda sicológica y llegarás más empoderada a la demanda”.

Salgo de su oficina, espero unos minutos y me dice que debo esperar un promedio de 4 horas para que una sicóloga atienda mi caso, me evalúe y luego me asigne un horario de atención. O puedo regresar otro día, “que tenga más tiempo”.

Salgo del ahí, con dos oficios en la mano. Salgo y vuelvo a casa. Salgo sin una evaluación del riesgo que corro. ¿Mi agresor me podría matar? ¿Ellas podrían salvarme antes? ¿Un día o cuatro horas puede ser la diferencia entre que esté viva o muerta?

* * *

Según la página de internet, las usuarias del CAVI tienen derecho a asistencia social, atención psicológica, asesoría legal, seguimiento jurídico en materia penal, atención médica de emergencia y tramitación de medidas de protección de emergencia. Esto no queda claro cuando una acude a pedir ayuda.

En la segunda visita al CAVI fuimos dos compañeras. Una pidió atención como mujer violentada y otra fue acompañante.

Primer filtro: me envían a un “banco de información” donde una funcionaria me entrevista. El espacio no tiene privacidad y mi relato puede ser escuchado por todo mundo: ¿sigues viviendo con tu pareja?  ¿cuántos años tienes? ¿desde cuándo te maltrataba?

Me dicen que me pueden dar atención siempre y cuando denuncie penalmente a mi agresor. Esto no es menor, hacerlo implica un proceso de investigación contra el agresor, así que él estará enterado de que acudí ante las autoridades.

Yo solo quería apoyo sicológico y me dijeron que para recibirlo, debía denunciar. “Pásale, aunque no traigas lesiones te atiendes. Dile a la de registro que vas a CAVI”, me dice la mujer del banco de información. Si eres una mujer víctima de violencia y no quieres denunciar porque estás lastimada o vulnerable, en este primer filtro, es posible que decidas dar marcha atrás.

No en todos los casos las mujeres denuncian. Quienes lo hacen, se enfrentan a procesos largos -hasta años- durante los cuales vuelven a convivir con el agresor. Para apresurar los tiempos de los trámites, algunas víctimas realizan las diligencias y papeleos por cuenta propia y con sus recursos.

Segundo filtro: llego al área de registro y me vuelven a preguntar a dónde voy. Me piden una identificación oficial y me dan un gafete de visitante. A mi acompañante le dicen que no puede pasar “por motivos de seguridad”.

Tercer filtro: llego, por fin, al CAVI, ubicado en el cuarto piso del búnker. Parece una sala de espera de un consultorio, un espacio pequeño con paredes llenas de carteles con explicaciones básicas sobre las labores del Centro (orientación legal y apoyo psicológico para niñas, niños y mujeres sólo menores de 60 años), tres sillas y un escritorio para la funcionaria que me pregunta:

-¿Vas a denunciar?- y me aclara que no es requisito para recibir apoyo psicológico, contrario a lo que me habían dicho al inicio.

-Lo que sí necesito es tu credencial, tu identificación oficial, para abrir un expediente y con eso tramitar el apoyo psicológico-  explica.

Respondo que la dejé en recepción y me dice que vuelva por ella, que le saque copias y las lleve al CAVI.  Yo me voy pensando ¿vale la pena correr el riesgo de dar mis datos personales? ¿Qué riesgos corro al darlos? ¿Cómo tengo la certeza que mi agresor no sabrá que vine a pedir ayuda? ¿Y mi derecho al anonimato?

Decido salir de aquí y no volver.

* * *

En el CAVI sólo atienden mujeres menores de 60 años. Después de esa edad, las mujeres no son mujeres. No son atendidas con perspectiva de género en el CAVI, sino en la Agencia para la Atención de Personas Adultas Mayores, ubicada a la vuelta del búnker.

Las estadísticas de Endireh y los estudios de académicas expertas en género dibujan un cuadro preciso: la mayor parte de las mujeres mayores sufren violencia emocional, económica y/o patrimonial. Trabajaron toda la vida, pero con salarios más bajos que los hombres o en el trabajo doméstico no remunerado, así que cuando llegan a los 60 años muchas dependen económicamente de otras personas y siguen siendo las mayores responsables del cuidado doméstico, de nuestros sobrinos, nietos o de nuestros familiares que se enferman. Su trabajo sigue siendo gratuito, no reconocido, invisible.

En la Agencia encontramos a Ana de 89 años.

“Llego aquí con mis fuerzas y mis piernas. Mi hijo tiene problemas de alcoholismo. Me toca cuidarlo. Aquí estoy pidiendo una pensión alimenticia para él porque yo no le voy a durar para siempre y porqué a mí ya no me alcanza. Ahora es mi hija la única que trabaja y nos sostiene”.

Ana tiene problemas de cataratas y sus piernas les duelen cuando camina y se desde Almoloya de Juárez, donde vive, hasta las oficinas, en Balderas.

Cuando evaluaron su caso “no me han dado apoyo psicológico y no tomaron en cuenta que mi hijo puede ser violento. Me salva mi paciencia: en estos años aprendí a gestionar todos los trámites que siempre son tardados… Ya me conozco bien el Bunker, mi marido me golpeaba y he acompañado a otras mujeres … cuando pude”.

¿Ana tiene derecho a atención psicológica? ¿ a que le digan que la pensión alimenticia tiene que pedirla para ella también? ¿hicieron una evaluación de riesgo para entender cuanto el hijo sea violento? ¿Ana tiene derecho a non trasladarse cada día en una oficina diferente porque sus condiciones física no lo permiten? ¿Ana tiene derecho a tener derechos? 

 

 

 

“Este trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de Periodistas de a Pie. Conoce más del proyecto aquí: Pie de Página.

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